El pasado fin de semana,
el casco antiguo de Zamora fue escenario de un mercado medieval que coincidió
con las fiestas en honor de la patrona de la ciudad, Nuestra Señora de la
Concha.
Pese a la saturación que
últimamente estamos sufriendo de estos eventos (muchas veces descafeinados),
siempre es agradable contemplar las ciudades y pueblos engalanados para la
ocasión. Especialmente, si el entorno se presta a la ambientación medieval,
como ocurre con el callejero zamorano. Si a ello sumamos las numerosas
actividades que acompañaron al mercado (torneos y justas, exposiciones de
objetos medievales, demostraciones de oficios antiguos, distintas actuaciones,
etc.) la iniciativa se puede calificar como sobresaliente.
Parece que la intención
es que a partir de esta edición, la cuarta, la celebración de este evento
coincida siempre con la festividad de la patrona, así que ya sabéis si queréis
disfrutarlo el próximo año.
Sin embargo, no era
este mercado el que nos llevó a la ciudad a orillas del Duero, sino su rico
patrimonio románico (se trata del municipio europeo que alberga un mayor número
de este tipo de edificios) y modernista (pertenece a la Ruta Europea del Modenismo,
selecto club en el que también podemos encontrar a ciudades como Barcelona,
París, o Viena), excusa perfecta para visitar la ciudad castellanoleonesa en
busca de algún dulce típico.
Aparentemente, el
pueblo zamorano debe de ser bastante goloso. A lo largo del paseo, nos
encontramos con muchas panaderías, confiterías y comercios que ofrecen un
generoso surtido de dulces indicativo de una tierra de honda tradición repostera.
El azar y, sobre todo, el momento en que se hizo la visita (entre las 14 y las
17 horas del domingo) nos llevaron a La
América, establecimiento sito en el número 4 de la calle Renova, donde sus propietarios,
muy amablemente, nos asesoraron sobre las delicias reposteras de la tierra que
vienen elaborando artesanalmente desde hace décadas (en su origen el obrador se
encontraba en la cercana calle Viriato).
Una de ellas son los
rebojos zamoranos. En su variedad blanda (hay otra dura que esperamos poder
adquirir en otra ocasión) se trata de un bizcocho realizado con harina, huevos,
azúcar y levadura que se caracteriza por una brecha central de color más claro
fruto del proceso de cocción, y por su forma alargada que se redondea en los
extremos, donde presenta una ondulación que le transmite el característico
molde utilizado.
El resultado es
esponjoso, suave y no muy dulce. Ideal para acompañar los desayunos y meriendas.
Son típicos de Semana
Santa, pero actualmente se consumen todo el año, al igual que ocurre con las
aceitadas, otro característico dulce zamorano del que hablaremos en su momento.
Los rebojos aparecen
citados entre los postres típicos de Zamora en todas las guías de viaje y
gastronomía tanto físicas como digitales a las que tuve acceso. El lector
inquieto e interesado en hacerlos puede conseguir fácilmente una de las
numerosas recetas que se muestran en la red. Sin embargo, no se indica mucho
sobre su origen.
En La América, donde también se pueden adquirir otros productos
típicos de la zona como vinos y quesos, los venden a pares en una bolsita a un
precio muy económico.